La escuela está en crisis desde hace muchas décadas, quizás desde poco después de finalizada la segunda gran guerra, pero, nunca se había enfrentado a una situación tan compleja como la que vive hoy en este tercer decenio del siglo XXI. La escuela ha venido acumulando crisis, las que se pudieron solapar hasta el último decenio del siglo pasado, debido a la situación de dominio geopolítico de dos superpotencias que se disputaban la hegemonía del planeta y sus contornos extraterrestres, envolviendo a los ciudadanos del mundo en sus disputas y rivalidades. El siglo XXI nació con una gran incertidumbre, situación que tiene a las personas inquietas, porque han perdido su confort. Ahora todo parece cuestionado y la certeza se agrieta con facilidad, haciéndose presente las dudas y la desconfianza.

Es en el momento en que al individuo le llegan las dudas y la desconfianza en donde necesita estar apertrechado con la ética, sobre una conciencia bien edificada. La ética posee características esenciales para el desarrollo de la convivencia y la integración social. Una de ellas es la manera de actuar y de pensar de un individuo que necesita actuar y pensar de acuerdo a la conducta humana que considera que “algo está mal” o “algo está bien”, de acuerdo a los valores particulares de la persona en su íntima convicción. La cultura tiene mucho que ver en este aspecto del “bien” y del “mal”, de ahí que toque al “sistema de principios morales” en que los individuos sustentan sus acciones, alcanzar paz interior y sosiego anímico.

En este punto, es preciso enfatizar que la ética es la rama de la filosofía que estudia la conducta de los individuo humanos, es decir, el “deber ser” para lo correcto e incorrecto.

Algunos utilizan el concepto “ética” como igual al concepto “moral” otorgándole el mismo significado, pero, aunque esta práctica es muy aceptada, debemos tomar en cuenta que la ética tiene que ver con los principios y especialmente con los valores particulares de cada individuo. En cambio la moral se considera un concepto de mayor amplitud que las nociones “del bien y del mal”. La ética busca cimentarse en la razón, siendo su principal búsqueda, la generación de conciencia en las personas. Conciencia particular y conciencia social. La primera se refiere a la conciencia del individuo en particular, acerca de lo que él es y cómo comprende su entorno para buscar que le favorezca sin entrar en contradicción con sus convicciones morales, éticas y cívicas, sobre lo que está mal o está bien. En cambio la segunda se refiere a la capacidad que tiene un ser humano para percibir, reconocer y comprender las problemáticas y el conjunto de necesidades que tienen los demás dentro de la comunidad a la que pertenece.

La escuela está muy lejos de enseñar ética, trabajar la moral o la cívica, porque hace tiempo que convirtió estos temas en ejes transversales muchas veces obviados por los docentes no sólo en los contenidos temáticos sino en sus conductas particulares.

En la rapidez en que se vive hoy en la escuela, ella carece de mecanismos para trabajar la conciencia de los estudiantes, porque esta es una labor que trasciende el asumir relaciones que se entablan junto a los roles que se desempeñan en los diversos contextos. Esta labor implica analizar, reflexionar y tomar decisiones frente a problemáticas que aparecen a diario, porque en ese punto hay que tener en cuenta lo que lo que hace “bien o mal” a cualquiera de los miembros de la estructura social. Y es de esa manera, porque lo que sucede con un individuo impacta en los demás que componen el conglomerado, sin importar que sea positivo o negativo.

La escuela está acorralada ante la ética que practican algunos en condición minoritaria, levantando la bandera del individualismo por encima del interés de los demás actores del centro. Por esa razón consideramos que la escuela debe volver a la formación de la conciencia, haciendo que en sus aulas se practique el conocimiento crítico del entorno en que se desenvuelve la sociedad, porque no debe continuar aislada en las particularidades que promueve el ego.

La escuela necesita trabajar conciencia social, buscando que sus actores vuelvan a interesarse por las necesidades del entorno común y el medio ambiente. La escuela necesita abrir campos de acción académica en aras de construir nuevas formas de conciencia social, es decir, buscar unidad social de todos sus estratos para abordar problemáticas particulares y generales que agobian al centro en particular y a la sociedad en sentido global. La escuela debe volver a trabajar la vinculación social y la solidaridad para acabar con la indiferencia que existe ante los problemas que aquejan a los demás.

La escuela necesita una cosmovisión que le capacite para erradicar la indiferencia y la exclusión.





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