El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

El avance de la violencia, el terrorismo, la pornografía, y el odio, entre otros antivalores, chocan en los medios digitales masivos y propicios canales de expresión, públicos cautivos, y sorprendentes fuentes de financiamiento, que de alguna manera delinean la miseria espiritual de la sociedad tecnificada.

La propagación de contenidos delictivos instaura sin duda uno de los mayores peligros que desafían los ciudadanos en un ambiente sometido por las tecnologías de información. Nuevos términos, como la llamada literatura basura (ficción-bite) género de extrema y masiva violencia, florecen en el escenario  y al alcance de todos.

Como dice Don Tapscott, “la sordidez y la perversión recorren las alcantarillas de las autopistas de la información”.

En particular, la entronización de la pornografía como una de las aplicaciones asesinas de Internet, es decir la profusión de materiales pornográficos en la red, su insolente comercialización, el surgimiento de toda una industria internacional de pederastia y trata de blancas, constituye tal vez uno de los mayores retos para los gobiernos y ciudadanos en los tiempos presentes.

Otra singularidad delictiva es la manipulación de cajeros automáticos y clonación de tarjetas. Esta modalidad es una de las más divulgadas y con mayor variedad de fórmulas.

Se exhibe desde el simple robo de tarjetas magnéticas y claves de acceso, hechas por una persona actuando mediante trucos y sencillos engaños a los usuarios, hasta el fingimiento masivo a través de asociaciones delictivas que envuelven no pocas veces a empleados bancarios, pasando por el uso de artificiales sistemas de clonación de tarjetas mediante la copia y reproducción digital de la información contenida en las bandas magnéticas.

A simple vista se ve un delito de poca monta, respecto de los fraudes realizados contra bancos y grandes corporaciones, pero lo cierto es que se trata de un ataque directo contra los ciudadanos cuyos montos juntados supone un alto costo económico y social. De ahí que las autoridades no deben desatender  su prevención y combate.

  Ya sea que se cometa individualmente o por medio de redes del delito organizado, la manipulación de aparatos electrónicos con fines delictivos debe ser atacada por el Estado como un fenómeno dañino de primer orden.

Otro morbo de nuestros tiempos es el robo de celulares, el cual es  más común de lo que se cree. Todos porque la tecnología se ha fisgoneado en todas las actividades cotidianas y una gran parte de la población depende de estos dispositivos, ya sean por contactos, fotos, archivos, contraseña de redes sociales, y cuentas bancarias.

No tenemos datos estadísticos verdaderos sobre el robo de celulares en nuestro país, pero dicho robo en América Latina, se ha convertido en uno de los principales fenómenos de preocupación de los ciudadanos cuando nos referimos a la seguridad. En algunas ciudades como México se registraron en 2012 alrededor de 6 millones de robos, de los cuales 57% se relacionaron con teléfonos móviles.

Los celulares robados son vendidos posteriormente, generando unos altos ingresos a las bandas organizadas que se dedican a este negocio-crimen, fuera de la ley. Por ello, las autoridades deben concienciar a los ciudadanos de que tengan cuidado a la hora de adquirir dispositivos de segunda mano, y que tengan siempre claro que no han sido previamente sustraídos por la fuerza. Una de las claves para obstaculizar el problema.

Muchas veces los analistas y conocedores del mercado han cuestionado el hecho de que los grandes fabricantes de celulares o las operadoras no implementen un sistema antirrobo eficaz que haga a los cacos recular a la hora de robar, porque saben que los dispositivos pueden bloquearse totalmente y ser inútiles tras un robo. Todo pudiera indicar que hay combinación entre fabricantes y mafiosos.

Hay que suponer que las ventas de celulares robados a usuarios suponen unas ganancias a estas mafias muy altas. Es un negocio ilícito que a diario se cobra vidas y que mueve más de 12 millones de dólares en todo el mundo, según datos ofrecidos por la Interpol.

 Y a medida que aumenta el uso de dispositivos inteligentes, también se ha incrementado, de forma considerable, el robo de celulares que conllevan violencia y muerte, y los compradores están ahí a la vista de todos impunemente, junto con la epidemia del feminicidio, son los dos grandes flagelos que enfrentamos en la actualidad. 

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